En muchas ocasiones he dicho que la alimentación está estrechamente vinculada con las emociones. Lo que comemos nos afecta al estado de ánimo y viceversa. Se puede decir que nuestro intestino es como un segundo cerebro. Es importante intentar cuidarnos tanto por fuera como por dentro.
Pero, cómo hacemos para que después de un día malo no nos apetezca darnos un atracón a dulce o que cuando tengamos ansiedad no variemos nuestro plan nutricional para saciarnos. Te dejo algunos consejos para evitar que tus emociones afecten a tu alimentación:
Estar descansado: dormir 8 horas al día
El cansancio es una de los motivos que puede afectar a la alimentación. Cuando estás en casa y no puedes dormir o estás cansada, puede generarte estrés y esto conlleva a querer comer, ya que esto puede ser placentero y relajarte. Intentar dormir 8 horas al día es fundamental para mantenerte descansada y de esta manera no alterar tu alimentación.
Ejercicios de relajación: aprende a controlar tu respiración
La ansiedad es otra de las causas por las que nuestra alimentación puede variar de manera negativa. Cuando estamos nerviosos pueden ocurrir dos cosas, una que tengamos más hambre (en realidad es una sensación falsa generada por la ansiedad) o que se nos cierre el estómago y al comer que nos siente mal la comida. ¿Cómo podemos evitarlo? Puedes hacer ejercicios de relajación cuando sientas que estás nerviosa e intentar controlar tu respiración.
También existen alimentos que ayudan a calmar la ansiedad. Hay alimentos que elevan los niveles de triptófano y serotonina por lo que mejora el estado de ánimo. Por ejemplo, el plátano, el yogur o las nueces.
Equilibrio entre el estado de ánimo y la comida
Para conseguir ese equilibrio entre las emociones y la comida, tenemos que saber que la comida no soluciona nuestros problemas, puede ser una satisfacción momentánea, pero si lo convertimos en un hábito puede ser perjudicial para la salud.
En estas situaciones intenta pensar en ti. Puedes tomarte unos días para relajarte y así poder salir de ese bloqueo emocional. No olvides que también puedes pedir ayuda a tus amigos o familiares, y por supuesto, acudir a un especialista.